sábado, 25 de julio de 2015

Mosaicos eucarísticos en la ciudad de Málaga. (Artículo publicado 20 junio 2011)

Colección particular Juan M. Sánchez Quiñones.
Los actuales retablos cerámicos, mosaicos o azulejos provienen de la evolución de los antiguos altares callejeros realizados en distintos materiales como piedra, escayola, pintura, etc., que incluían representaciones sagradas con un claro origen devocional y catequético.  Habitualmente estaban ubicados en las proximidades de los templos, aprovechándose los lienzos externos de las paredes o las gradas de los edificios.   En la localidad de Antequera, por citar un caso cercano, podemos toparnos aún con muchos de estos cuadros devocionales en la intersección de distintas vías de la zona céntrica, al igual que en las antiguas puertas o postigos de muchas ciudades, donde el viajero se encomendaba a alguna imagen sacra para tener un buen camino. Incluso en la propia calle Santa Lucía de Málaga, podemos encontrarnos con un cuadro externo de la Virgen de los Remedios, que podría ser una reinterpretación actual de dicha costumbre, aprovechando el espacio baldío proporcionado por una ventana.
   En estos antiguos retablos, el lienzo se solía proteger con un cristal, un añadido en madera o metálico, e incluso un tejadillo o tejaroz,  que evitase las inclemencias del tiempo, especialmente la humedad, pero habitualmente el deterioro solía cebarse con los materiales más frágiles, lo que obligaba a un mantenimiento continuado, mostrando en muchos casos un aspecto degradado, dependiendo eso sí, de su ubicación estratégica protegido de las horas de sol más directas.
 La utilización de la técnica cerámica para estos retablos surge en la Sevilla del barroco, a la vez que en otros puntos de la Península Ibérica, especialmente en Portugal, donde se fusiona la idiosincrasia religiosa del pueblo con la presencia de algunos artistas autóctonos o foráneos especializados en el arte de los hornos y la cerámica. La excepcionalidad inicial fue convirtiéndose en una característica propia que sirvió para decorar fachadas de templos, enriqueciéndose artísticamente los mismos, y más aún en el contexto Andaluz, para expandir devociones cristíferas o marianas o delimitar las Estaciones del Via-Crucis.
 Escena del Via Crucis en el Convento de la RRMM Dominicas.
En el siglo XX, y en especial desde la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 el retablo cerámico se hizo común en el paisaje urbano, ya que desde la capital andaluza se irradió a zona de influencia artística, periodo con una gran eclosión de talleres de azulejería, especialmente en el castizo barrio de Triana, de una íntima relación con los hornos cartujanos.
 Del antiguo retablo histórico se evolucionó al modelo actual que replica una imagen existente al culto en un templo, es decir, a modo de recordatorio callejero y continuo de una devoción a la que complementa y con la que no compite, normalmente de una hermandad o cofradía, bien en la portada de la iglesia, bien en una calle por donde transita en su procesión, bien en un lugar estratégico o bien en un domicilio particular de un devoto, habitualmente en fachadas externas, zaguanes o patios internos.
 Es destacable la singularidad malagueña del término mosaico, que tanto alude a los mosaicos hechos a modo de puzzle con teselas, o pequeñas piedrecitas policromas, pegadas entre sí y componiendo una imagen, al estilo de los suelos de las nobles villas romanas que podemos ver, al caso,  en las ruinas de Itálica, en Sevilla;   como el conjunto cerámico formado por azulejos de la misma forma y tamaño, que sirven de base para  pintar y hornear con posterioridad, para las cuales la inmensa mayoría de las localidades andaluzas utiliza la metonimia de azulejo, o sea la parte por el todo. 
            El hecho de que un mosaico aluda a temática eucarística, como refiere el título de este artículo, condiciona sobremanera su propio encargo y especialmente su ubicación, ya que todos sabemos que  la Eucaristía está situada en un plano superior de culto, el de la Adoración, frente a las imágenes de cristos, vírgenes o santos, que se colocaría en la línea de la de veneración.  Así, es menos  comprometido la colocación de un mosaico con la imagen de Jesús en cualquier espacio público, hecho que contrasta con lo que supondría una Sagrada Forma o una Custodia, cuyas connotaciones delimitan más su erección en lugares más próximos al templo o incluso dentro del mismo.
Cerámica eucarística en la localidad de Casabermeja.
 Además, el encargo de una imagen al uso es mucho más habitual, ya que suele hacerse bien por parte de la hermandad o del devoto, mientras que el encargo eucarístico debe superar,  en principio, el visto bueno parroquial en muchos casos, y es comprensible que algún sacerdote pueda encontrarlo contraproducentefrente a la propia presencia de Jesús Sacramentado, cuya exposición está rigurosamente reglada por la propia Iglesia, más aún con el filtro de la escasa convocatoria que suelen tener las hermandades sacramentales.
             En lo relativo a Málaga, pocas son las propuestas cerámicas eucarísticas o relacionadas con ella. Sin duda, la más interesante y valiosa sea el gran mural cerámico que decora y preside la Parroquia de San Ramón Nonato, en la zona de Cortijo Alto, frente al nuevo Palacio de Exposiciones de Málaga. Este lienzo cerámico ha sido ideado y compuesto por el sacerdote y ceramista D. Sergio Ferrero.
  Estamos ante  Jesús Resucitado que parte el pan en presencia de los Apóstoles y de María, con la alusión bíblica a Juan 20-11 Era el primer día de la semana en una gran filacteria en la parte baja del mismo, justo sobre el altar, hecho que le proporciona a este moderno templo una personalidad muy definida. Su autor lo define como esencia eucarística, ya que estamos ante la primera misa de la cristiandad con la presencia de Cristo Resucitado, con la ausencia de Judas y de Tomás.
     En este mural cerámico Ferrero demuestra todo su virtuosismo en una infinidad de tonalidades cromáticas y un minucioso trabajo de montaje de la escena, la proyección de la luz  y las perspectivas, que merece una detenida visión del mismo.  Por desgracia esta técnica cerámica está ciertamente en retroceso, debido a su dificultad y poca comercialización, de ahí que sea necesaria una mayor proyección de la misma para que no decaiga o incluso desaparezca.
             Otra escena de claras referencias eucarísticas nos es presentada en un mosaico sito en el patio de acceso a la iglesia del Corpus Chistri, del barrio de Pedregalejo. Se trata de un retablo que representa a Jesús cenando con los discípulos de Emaus, con la cita bíblica de Lc. 24-35  lo conocieron al partir el pan.
 En este caso, nos enfrentamos a una magistral obra del ceramista Pablo Romero Boldt, en un impresionante conjunto, tal vez una de sus piezas maestras, siendo un retrato sicológico en tonos pastel de los tres personajes de la misma, centrado por la luz que irradia en al testa del Salvador y el ademán de sorpresa de los otros protagonistas, tanto en la mirada de admiración de uno, como en la tensión del brazo del otro. En el ático de este azulejo figura una Custodia, que incide en su sentido eucarístico.
             Por otro lado, en dos mosaicos de la Virgen María, ésta figura sosteniendo en sus manos una custodia.  Son los casos de la Virgen de la O, de la popular cofradía de los Gitanos, en la fachada de su casa hermandad en calle Frailes, y asimismo, el de la Virgen de Dolores de San Juan, en el retablo que denomina el pasaje con su nombre, justo frente a la puerta sur de su sede canónica.
            La Virgen de la O, en un soberbio azulejo de la trianera firma de Cerámicas Santa Ana, se nos muestra al uso como procesiona cada Lunes Santo, junto a Su Hijo, el Cristo de la Columna. María sostiene ensimismada la Custodia que es tratada sin un especial realce, como un atributo iconográfico propio.  Por el contrario, en el mosaico de la Virgen de los Dolores de San Juan, el Sacramento centra el azulejo ya que el blanco de su ropaje se fusiona con el inmaculado de la sagrada forma, justo a la altura del corazón de María, en un precioso lenguaje simbólico, al cual nos tiene acostumbrada esta modélica corporación nazarena.  El mosaico original, también de Cerámicas Santa Ana, fue ampliado y mejorado por el ceramista local Daniel García Romero, con una leyenda histórica alusiva a la antigua calle del coronel,   D. Juan Sweert y Guerrero, regidor de esta nuestra ciudad, cofrade benefactor, entregado servidor del Santísimo Sacramento y fiel devoto de Ntra. Sra. de los Dolores.
             En otras piezas o conjuntos cerámicos podemos toparnos con claras alusiones eucarísticas, en sus diversas representaciones.  Así, el zócalo de la sacristía de la Iglesia del Sagrario de la Catedral malacitana, una magistral obra del obrador sevillano Ramos Rejano, es un completo discurso eucarístico, perfectamente desarrollado, en el que figuran en distintos paneles el cordero, la hostia, el cáliz, Jesús mostrándonos la Sagrada Forma, el pelícano amamantando a los poyuelos con su sangre, las uvas o las espigas.  El trabajo, sumamente minucioso se desarrolla a partir de un fondo blanco, con decoración en azules sobre los que los amarillos, naranjas y algún verde definen las imágenes, todo ellos acompañado de ángeles y apóstoles.
             Igual hecho ocurre en el discurso cerámico de la capilla del Cristo de la Exaltación, de las Reales Cofradías Fusionadas de San Juan, obra del taller de Ruiz de Luna, en Málaga. En concreto, tres mosaicos aluden a temas eucarísticos. Así, el más importante se ubica bajo el altar, y muestra a Jesús en la Última Cena junto a dos discípulos.  En otros murales, junto a escenas de los titulares de la corporación, figuran una Sagrada Forma, así como en otro, un cáliz rodeado de las espigas de trigo y las uvas, así como el texto: El pan que voy a dar es mi carne para que el mundo viva. Esta obra, que se realizó tras la reconstrucción de la capilla por el incendio de 1980 presenta las típicas características de este mítico obrador de la calle Bodegueros, historia viva de la cerámica en nuestra ciudad.
                A una escala inferior, pero no por ello menos importante, es la alusión eucarística en el mosaico de la Divina Pastora que se encuentra al fondo del pasillo lateral del templo capuchinero, junto a la sacristía y oficinas.
            Este retablo de los prolíficos talleres sevillanos de Mensaque incluye un discurso iconográfico en distintos óvalos alrededor de la imagen mariana, en el que junto a diversos santos y religiosos, aparecen alusiones eucarísticas como el cordero o la custodia procesionada cual procesión del Corpus.  En este azulejo se juega con la doble naturaleza del cordero, tanto animal como divina y simbólica.   
             Por otro lado, la única alusión cerámica a la Última Cena, con la presencia del colegio apostólico la podemos ver en la mesa de altar de la Parroquia de Ntra. Sra. de Gracia, en la zona residencial de Cerrado de Calderón. Se trata de un tríptico cerámico, centrado por la escena del Cenáculo, escoltado por dos milagros de la vida pública de Jesús.  En estos azulejos, el ceramista Pablo Romero nos demuestra su versatilidad ya que se sale de su habitual producción para ofrecernos unas imágenes alegóricas y estilizadas en base a azul cobalto y ocres, dignas de elogio.  En un espacio sumamente reducido, el artista logra una gran profundidad del Colegio Apostólico, que rodea a Jesús que sostiene el pan y el vino.    
             Finalizar, haciendo mención a los mosaicos, del Cristo de la Sagrada Cena y de la Virgen de la Paz,realizados por el ceramista malagueño Juan Carlos Cubo que decoraban la fachada de la capilla de la Estación, y que en la actualidad se encuentran en el interior de la nueva casa hermandad. 
             En este caso estamos ante dos piezas originales y modernas, realizadas en la técnica de cuerda seca, que sintonizaban perfectamente con el estilo del recordado edificio de la Explanada, y que aportan una nueva visión al discurso estético de la cerámica relativa a las imágenes sagradas, que por desgracia no ha tenido un continuador tras el fallecimiento de este innovador en la azulejería y la pintura.
  El contraste entre el ladrillo visto, el portón, las vidrieras y el azulejo confería a esta desaparecida edificación un estilo e impronta propios que han quedado en la retina de los cofrades, y que tal vez sería de justicia rememorar, una vez reformada la zona, con un edículo cerámico que recuerde la estancia durante varias décadas de la hermandad en dicho entorno.

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