sábado, 15 de agosto de 2015

Azulejería del hotel Convento la Gloria, en Sevilla. (Artículo publicado en diciembre 2013)

La azulejería de la capital hispalense nos sorprende a cada paso.  El interior de los edificios no es una excepción y así en una reciente estancia en el hotel Convento la Gloria, sito en la calle Argote de Molina, a un minuto caminando de los pies de la Giralda, me he maravillado y sorprendido con la decoración interior de mobiliario, pintura y mosaicos, muchos de ellos adquiridos en anticuarios.
El edificio del hotel ha tenido diversos usos con el paso de los siglos, siendo además de convento, la primera Caja Postal de la ciudad, así como el Colegio Mayor San Antonio de Padua o incluso el Obrador la Gloria , y, cómo no,  dispone de sus propias leyendas de brujas y encantos.
La decoración actual nos engloba y casi atosiga, no sabiendo si son de uso o de exposición los sillones que hay en recepción. En lo relativo al exorno en azulejos se confirma con un simple vistazo cómo se han adquirido infinidad de piezas en múltiples derribos de la provincia, hecho que produce un efecto de fusión de esmaltes más que mejorable, ya que la propia esencia de un azulejo necesita espacios libres para que pueda desarrollar toda su expresión decorativa.
La cuestión llega a alcanzar los niveles de pesadilla vidriada en el collage de las escaleras, donde sin rubor se unen en el paramento del zócalo o en las tabicas de la escalinata, estilos, colores, texturas y discursos temáticos a modo de puzle infantil. De una escena de la Romería del Rocío se puede saltar a otra de cacería o de heráldica y vuelta a empezar, según el capricho del encargado de cubrir los metros cuadrados de pared.
Sin duda un mejor criterio artístico hubiese mejorado el resultado final, pero aún así hay que reconocer la calidad de algunas piezas exentas, como la Inmaculada Concepción, que combina la cuerda seca y el azulejo plano,  aunque mejor sería catalogarla como una Inmaculada Milagrosa por su iconografía,  con la firma ER, tal vez Eloy Recio de Rivero, de los míticos talleres de Mensaque, que por desgracia queda eclipsada por una puzle de orlas compuestas de dudoso gusto.  Se trata de la típica pieza de dificil captación por los dichosos brillos que obligan a buscar ángulos en la fotografía, pero aún así, la Virgen sorprende con su rostro ensimismado  y la sencillez de las pinceladas.
La ruta continua en la primera planta con un rincón mariano y lleno de encanto donde conviven las Patronas de Granada y Sevilla con un icono del Perpetuo Socorro, aunque el momento místico se esfuma ante unas plumillas de jugadores de rugby, tan fuera de lugar como una cabra en un garage.
Distintas firmas para las piezas, ya que la de los Reyes viene rubricada en 1991 por el sanluqueño Manuel Gallego, y por desgracia está encorsetada en un cristal que desvirtúa los brillos originales del azulejo, ya que se corre el riesgo de fusionar nuestro propio rostro en el fondo negro o en los pliegues del manto de la Señora.
Y en el lado opuesto del pequeño patio, la típica Angustias granaína, de gran calidad pero carente de firma, y con poca pericia en la colocación de unos de los azulejos centrales, propiciando una doble boca y barbilla al Yacente innominado, así como una Virgen del Perpetuo Socorro del horno de Montero en Triana, con la firma P.P. Molina de los años 20 del siglo pasado. En este último caso, se ha desprendido una de las piezas inferiores y se ha realizado una auténtica chapuza de restauración que debería estar tipificada, desvirtuando así un mosaico de gran valor.
Y si decidimos hacer ejercicio, no usar los ascensores (único lugar donde no hay obras artísticas) y bajamos por las escaleras nos toparemos en el rellano, con una Santa Bárbara con los atributo eucarístico y una espada y como fondo de un castillo , con aires de Mensaque pero sin firma, y que afortunadamente ha sido enmarcada a modo de cuadro exento, y finalmente en una casa sevillana que se precio no puede faltar un Gran Poder, en el rellano inferior, una espléndida obra de Mensaque, donde destaca la peculiar túnica, el personal rostro y el contraste entre el fondo verdoso y la cenefa arquitectónica en tonos claros.
Sin duda, este hotel merece una visita, siendo una instalación con encanto (término tan de moda) con el añadido de la amabilidad de sus responsables, que nos dejaron fotografiar sin problema y andurrear e investigar tanto a servidor como al amigo Alfonso, que aunque parezca mentira, no conocía estos azulejos, y mira que es difícil que haya algo en Sevilla que no conozca él.

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